| Una tienda de animales no es un parque de bolas.
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Es una práctica habitual y didáctica ir a visitar la típica tienda de animales que hay en los centros comerciales. Una vez dentro nuestro cerebro corre el riesgo de dar rienda suelta a su instinto más primitivo y empujarnos a cazar hámster, conejos y cobayas, o tratar de domesticar cachorros para que nos diviertan haciendo monerías. También llama mucho la atención el ver a otro semejante pescar pequeños peces con una red. Es fundamental controlar estos impulsos si queremos ser animales civilizados.
Todos los días viene algún cliente desaprensivo a golpear los cristales de los roedores para que el animalillo haga vete tú a saber qué. O reír viendo cómo se asustan los peces al poner la mano bruscamente sobre un acuario. Si esto lo hacen los adultos, imaginaos los niños. He llegado a ver más frecuentemente de lo que quisiera, cómo niños daban patadas y puñetazos a los cristales donde se encuentran los conejos. De ahí pasan a los acuarios, dan palmadas al cristal asustando a los peces. Continúa el tour por los rascadores de gato; se suben a ellos, arrancan los juguetes elásticos. Finalmente concluye el circuito descolocando todos los juguetes de perro tirándolos al suelo. Bien.... son niños, pero lo más grave es que los padres lo observan con indiferencia, siguen con su móvil o charlando de sus cosas. Sólo parece importarles cuando te diriges a ellos para pedirles que vigilen a sus hijos dejándolos en evidencia ante otros visitantes a lo que responden diciendo a sus hijos "a ver... no se golpean los cristales...". El niño para y a los 5 minutos vuelve a las andadas y ya no recibe reprimenda.
Me he encontrado con padres que al pedirles que su hijo dejara de chillar a los peces se negara a hacerlo y decirme: díselo tú. ¿A dónde vamos a llegar? Cuando yo era pequeño jamás se me permitió semejante falta de respeto hacia los animales y el trabajador. ¿Por ser cliente nos creemos con el derecho de hacer lo que queramos en el establecimiento donde estemos? Pese a estar dando un servicio al cliente, el dependiente de mascotas sufre al ver cómo su trabajo se ningunea.
Sobre golpear cristaleras os recomiendo un ejercicio práctico. Meted la cabeza entre cuatro cristales y pedid a alguien que lo golpee. ¿Agradable verdad? El sonido retumba y es muy desagradable. A esto se exponen los animales día tras días.
Parecen trivialidades mis palabras. Sabemos lo que está bien y mal, ¡no necesitamos a nadie para reeducarnos escribiendo en un blogg! Pero estos hechos a los que hago referencia, suceden más frecuentemente de lo que pensáis y realmente son muy molestos. Por eso he creído conveniente escribir del lado del hámster situado dentro de la cristalera, o del dependiente que recogerá los juguetes del suelo o tendrá que perder dinero al encontrarse la mercancía deteriorada.