Recuerdo con nostalgia aquellas tardes, después de la salida del colegio, en el parque más cercano a mi casa. Yo era un niño callado y observador, blanquito y pelirrojo con el cabello rizado a la altura de las orejas. Estaba siempre ansioso por descubrir los misterios de la naturaleza, por eso mi oficio desde los cinco años fue el de observador de hormigas.
Desde un principio mi lugar de trabajo se ubicó tras un seto de durillo (Viburnum tinus) en cuya base vivía una colonia de pequeñas hormigas negras. Como no pudo ser de otra manera, mi primer día laboral no fue nada bueno. Contaba con 5 años cuando desaparecí de la vista de mis padres, directo a mi primer "accidente laboral". Al encontrarme mis padres vieron horrorizados cómo su hijo estaba cubierto de hormigas por todo el cuerpo mientras susurraba con voz asustada y cara perpleja: "bicho, bicho". Aquella tarde me tocó ducha, sino no habría habido manera de quitarme todo aquél ejército de pequeños Liliputienses obstinados en matar al gigante que ponía en peligro la salud de su colonia. A partir de entonces, no hubo día en el que no me tirara horas y horas viendo a aquellos pequeños animalitos corretear por las jardineras recolectando comida o defendiendo su territorio.
Me llamaban la atención esas riadas de seres vivos que parecían ir a ninguna parte y que nunca chocaban los unos con los otros. A veces ponía el dedo en mitad de su camino y observaba cómo se descontrolaban y se volvían todas locas por picarme pero ya sabía cuándo debía retirar mi pequeño dedito. El momento más incómodo era cuando se me acercaba otro niño para preguntarme eso que tanto me irritaba: ¿qué haces?. Estaba observando hormigas (¿o simplemente estaba jugando con ellas?) era mi juego, mi investigación, mi secreto, mi trabajo.. significaba mucho para mí, por eso no quería compartirlo con un niño preguntón y respondía con indiferencia: nada -mientras me alejaba del hormiguero como el ave que escapa del nido para que no descubran a sus polluelos-.
Con el paso del tiempo fui ampliando las especies de insectos a observar, sobre todo cuando iba a pasar el fin de semana o las vacaciones al pueblo. Aquél lugar era el paraíso de los insectos, mi paraíso, donde mejor lo pasaba y creo que me lo sigo pasando. Mientras los demás niños jugaban, yo me escapaba para ir a coger insectos para observarlos. Este hecho me hizo ganar el apelativo de Don Bicho. Desde entonces mi nombre en el pueblo siempre a estado asociado a los insectos; cualquier escarabajo raro que aparece bajo las farolas en las noches de verano pasa por mis ojos para que lo identifique.
Con el paso de los años fui leyendo libros de insectos. El primero que recuerdo fue uno cuyo autor era Owen Bishop, no recuerdo ya su título. Cuando lo cogí prestado de la biblioteca me llamó la atención que un libro de bichos lo escribiera un tal Bishop. Era un manual para mantener insectos en casa, cómo hacer terrarios sencillos, especies fáciles de mantener, etc. Por cierto, si necesitáis saber cómo mantener cualquier insecto en cautividad con fines educativos, no dudéis en preguntar, y si no escapa a mis conocimientos os ayudaré de buena gana.
Supongo que no extrañará el hecho de que finalmente estudiara biología. Me he convertido en biólogo, pero antes probé si tenía un ingeniero agrónomo dentro y el resultado fue que no... Aún así no me arrepiento mi paso por la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, gracias a ello he hecho un montón de buenos amigos que los tengo tanto aprecio como a mis bichos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario